lunes, 8 de agosto de 2011

DECRECIMIENTO Y CIUDAD

Siempre que entramos en una profunda crisis surgen teorías que cuestionan el crecimiento económico como base del progreso y la calidad de vida. En los años setenta, varios autores aunaron el concepto de decrecimiento y el Club de Roma publicó los límites del crecimiento, todo ello enmarcado en la crisis del petróleo. Sin embargo, en los años ochenta apareció el concepto de desarrollo sostenible que creía poder aunar crecimiento con respeto al medio ambiente y límites al uso de las energías no renovables. Hoy, empero, sumergidos en otra crisis, el decrecimiento como paradigma resurge entre académicos y enfoques políticos alternativos. Se trata, en palabras de Martínez Alier, de disminuir el tamaño de los flujos de recursos como la única manera de garantizar que estos no se agoten, lo que debe ir acompañado del fortalecimiento de los valores sociales y ecológicos. Sin embargo, el decrecimiento debe definirse con mayor claridad y sus implicaciones en los ingresos y el empleo deben considerarse con mucho detenimiento.

De todos modos, es interesante vincular las ideas que circulan alrededor del decrecimiento con la ciudad y el urbanismo, pues parece un término excelente para proyectar el futuro de nuestras urbes. El decrecimiento se sustenta en ocho erres: revaluar, reconceptualizar, reestructurar, relocalizar, redistribuir, reducir, reutilizar y reciclar. Y todas ellas deberían tener una imagen en las ciudades. Revaluar y reconceptualizar lo urbano para que no siga siendo un depredador de suelo. Las ciudades sin crecimiento poblacional tienen que tener límites fijos para volver a saber dónde empieza y dónde acaba la ciudad. Reestructurar, relocalizar y redistribuir las distintas actividades y servicios cotidianos en el interior de la ciudad con el fin de reducir la dependencia de los vehículos mecánicos y promover la proximidad. Con ello reduciríamos la energía consumida y las emisiones de CO². Reutilizar y reciclar el parque de viviendas con el fin de evitar nuevas construcciones, ahorrar en materiales, valorar la historia y minimizar el parque de viviendas vacías y de segunda residencia. Y sin que ello menoscabe la posibilidad de reinventar, reescribir y revivir lo urbano, un hábitat humano que se desarrolló para hacernos más libres y para que las ideas fluyeran de forma más ágil.

Carme Miralles-Guasch. Profesora de Geografía Urbana/Público, 9.08.2011

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