Los gobernantes del mundo neoliberal, independientemente de su afiliación política, insisten una y otra vez en dedicar enormes cantidades de dinero público a la organización de grandes eventos orientados a publicitar países, territorios o ciudades.
Nadie puede dudar de que la tasa local de desempleo disminuye notablemente mientras estos acontecimientos se “fabrican”, pero es igualmente indiscutible que los grandes eventos son incapaces de garantizar por sí mismos el mantenimiento del empleo después de su clausura, a pesar del elevado coste que suponen para las arcas públicas.
Se calcula, por ejemplo, que la construcción del Pabellón Puente de Zaragoza con motivo de la Expo 2008, supuso un desembolso aproximado de 80 millones de euros (unos 13.300 millones de pesetas). Los puestos de trabajo que está generando en 2009 esa monumental inversión constituyen una cantidad cercana al cero, y la trascendencia turística de la nueva y bella estructura está aún por demostrar.
Desde ese punto de vista, sería más razonable que las macro inversiones públicas fuesen destinadas a la creación directa de empleo estable, máxime en un momento en que la iniciativa privada se resiste conscientemente a cumplir esa imprescindible función social.
En este sentido, iniciativas como Expo–Floralia Zaragoza 2014, capital cultural europea Zaragoza–2016 o Juegos Olímpicos de invierno Jaca–2022, deberían aparcarse hasta que este país se encuentre en cifras cercanas al pleno empleo, y en todo caso, hasta que quede probada su sostenibilidad social y medioambiental.
Crónica de Aragón, 9.oct.2009
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