sábado, 6 de febrero de 2010
SÍMBOLOS DE LA CIUDAD
Disfruto paseando por los senderos del Ebro. Fueron obras complementarias de la Expo; no la necesitaban. Voy contracorriente, intentando leer en el eje más simbólico de la ciudad los significados de los antiguos y de los nuevos iconos de la Zaragoza del XXI, como les gusta a algunos predicadores de la autoestima. Dejo atrás el azud, convertido en símbolo de la inflexibilidad política y de la pérdida del sentido de la realidad. Lo que lo hace más lamentable es el tamaño de los barcos: pequeñas embarcaciones nos harían más autónomos, sería más barato y agradable, aunque menos parisino.
Río arriba, los leones del Puente de Piedra, las distintas torres de la ciudad bimilenaria aparecen cargados de significado y sentido. De valores que dan identidad cultural a la ciudad porque han sido interpretados, aceptados e interiorizados por la mayoría de los ciudadanos. Símbolos que con la secularización han evolucionado hacia valores democráticos, pero siguen siéndolo del poder religioso.
Entro en el recinto de la Expo. Identifico el antiguo pabellón del Faro, donde debatían las oenegés los problemas mundiales del agua, mientras jefes de Estado e intelectuales lo hacían en el pabellón de al lado, para juntar luego conclusiones. No he entendido esa separación y unión. La maqueta del Faro me recuerda la película "Cariño, he encogido a los niños". Siento no saber quiénes son los padres. Quizá la maqueta es una urna que guarda, incorrupta, la Carta del Agua para mejores tiempos.
El pabellón símbolo de los movimientos sociales, constructivamente el más coherente con los principios de la Expo, no pudo ser salvado. Los padres no le vieron sentido ni utilidad. Solución, encogerlo "in des-memoriam". Todos a casa que vienen las empresas ¿Vendrán?
La Torre del Agua, icono por excelencia, que no sé interpretar y será gestionada por la CAI, hoy aragonesa y mañana ya se verá. Como dice mi amigo Alberto, es una torre hueca y más hueca después de trocear la escultura que contenía y que, de momento nadie ha querido reinstalar.
El Pabellón Puente. Lo atravieso, propongo llamarlo puente para que produzca menos frustración. Es el equipamiento más caro de la ciudad. Parecería que primero se eligió una firma de prestigio mundial y luego se sejó a su genialidad la obra a realizar. Y la rutilancia de la firma sedujo a los gestores y ahí está el pabellón, esperando el uso que Ibercaja definirá. Segundo símbolo gestionado y mantenido por otra caja de ahorros. Imagino que gratuitamente no lo hacen y para tener pérdidas, tampoco. No lo entiendo me falta información y que alguien lo explicara bien.
Entre los símbolos post-Expo, gestionados por las cajas, y los tradicionales, en manos de un poder religioso secularizado, me quedo con los leones, los senderos del río y seguir trabajando para que Zaragoza sea identificada como la ciudad con la tasa mas alta de teatros, librerías, cines, auditorios, lectores, espectadores..... y la más baja de abandono y fracaso escolar, con las mejores políticas de reinserción, con las mejores cualificaciones profesionales y centros de investigación. Y si es verdad que muchos nos apuntamos a esto, pues a trabajarlo. Y las instituciones, a materializarlo en los presupuestos y en el abandono de las aventuras de la agenda política: campo de fútbol nuevo, Expofloralia, capital cultural... El exceso de autoestima se llama megalomanía y la megalomanía deforma la realidad y hace pequeñitos a los ciudadanos.
Alfredo Pérez Palacios, sociólogo/ Heraldo de Aragón, 3.feb.2010
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