Según el parecer de las personas sensatas, ese afán mío por hacer de la rehabilitación--reconstrucción de Zaragoza el eje de la política municipal para el próximo decenio es esfuerzo baldío. Pretender un nuevo planeamiento que ponga en valor los barrios tradicionales mediante acciones urbanísticas y constructivas de gran envergadura es una utopía, un sueño imposible. Aquí somos de tal manera que podemos creer en absurdos tan pregonaos como el de que algún día se alzará en medio de nuestra estepa un calco a gran escala de Las Vegas y Macao, pero nos resistimos a asumir programas y proyectos mucho más necesarios, evidentes y factibles. Ni que estuviésemos mal de la azotea.
"No te empeñes --me dicen-- los bienintencionados, porque la rehabilitación tal vez vaya poco a poco, con acciones puntuales de la iniciativa privada y algún empujoncito desde las instituciones públicas, pero algo importante y a largo plazo destinado a intervenir en Picarral, las Fuentes, San José o Delicias para sustituir las viviendas de los cincuenta y los sesenta por otras nuevas es inimaginable. ¿No ves que en eso no hay negocio?". Pero yo me digo que la cosa tiene otro enfoque. Claro que hay negocio. Ganarán los propietarios de los inmuebles, ganarán las empresas que realicen las obras. ganarán los trabajadores de la construcción que encontrarán empleo, ganará la ciudad que recuperará trama compacta, próxima y dotada de servicios, Como en muchos casos será posible ampliar el volumen de edificabilidad se dispondrá de margen para financiar muchas de las operaciones... ¿Cómo que no hay negocio? Lo que no habrá (eso seguro) serán pelotazos. Y por lo visto ahí nos duele (o más bien les duele a los que están acostumbrados a comprar suelo rústico por hectáreas y revenderlo por metros cuadrados convertido en solares recalificados).
Entre el negocio razonable y la especulación hay una larga distancia que cualquiera puede captar de un simple vistazo. Y ya sería hora de ponerle fin a la era de los pelotazos, asumir que las cosas nunca serán como fueron y pensar en términos de interés general y de responsabilidad social. Qué menos.
José Luis Trasobares/El Periódico de Aragón, 02.ene.2010
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